Unos detectores de ultrasonidos, implantados (según el vehículo) en el paragolpes
trasero del vehículo, "miden" la distancia entre el vehículo y un obstáculo.
Esta medida se traduce en unas señales acústicas cuya frecuencia aumenta con
la aproximación al obstáculo, hasta convertirse en un sonido continuo cuando el
obstáculo se encuentra a unos 30 centímetros del vehículo.